No hay un momento exacto, ni una única razón válida. A veces es porque algo duele mucho. Otras, porque lo que antes funcionaba, ya no alcanza. Hay quien llega en medio de una crisis buscando respuestas, y quien simplemente siente que necesita entenderse mejor, mirar hacia adentro, o dejar ir. Tal vez que estés leyendo estas líneas ya significa que algo te pesa, que estás viviendo en piloto automático o que no encuentras palabras o espacio para lo que te pasa. En ese caso, quizá sea un buen momento para empezar.

Te encontrarás un espacio íntimo desde el que mirar hacia adentro con calma, sin juicio y a tu ritmo. No hay fórmulas ni soluciones rápidas, pero sí la posibilidad de mirar tu historia con otros ojos, de dar forma a lo que hasta ahora era ruido, y de descubrir nuevas maneras de estar contigo y con los demás. La terapia no siempre es cómoda, pero sí transformadora: es un proceso que, como el arte o el duelo, necesita tiempo, palabras y acompañamiento.

Trabajo desde un enfoque integrador, con una base psicoanalítica dinámico-relacional y en diálogo con lo sistémico. Esto significa que no me detengo solo en lo que te ocurre, sino en cómo lo vives, con quién, desde cuándo, y qué sentido tiene en tu historia. La escucha que ofrezco busca lo simbólico, lo vincular y lo inconsciente, pero también lo cotidiano y lo real.

Las primeras sesiones nos sirven para conocernos, para que puedas contarme qué te trae aquí, y para ver si este espacio puede sostener lo que necesitas trabajar. Es importante que sientas que este es un lugar en el que podrías quedarte un tiempo.

En terapia individual, cada encuentro dura 50 minutos. En procesos de pareja o familia, las sesiones se extienden a 75 minutos, para poder escuchar a cada voz y dar lugar a la complejidad del vínculo.

Al inicio, la frecuencia es semanal. Esto permite que el proceso no se diluya, que el vínculo se construya con solidez, y que lo que va emergiendo pueda tener un hilo y una continuidad. Más adelante, podremos revisar la frecuencia si el proceso lo requiere.

La virtualidad no limita la profundidad del proceso. De hecho, muchas personas encuentran en ella un formato flexible, íntimo, acogedor y libre. Estés donde estés. Lo esencial sigue siendo el vínculo, y eso —la escucha, la presencia, la apertura— puede suceder también a través de la pantalla, si hay un deseo genuino de estar y de mirar hacia adentro.

Sí. Incluso de lo que nunca has dicho. Incluso de lo que aún no sabes cómo nombrar. La terapia es un lugar donde todo puede ser alojado: lo confuso, lo contradictorio, lo que duele o da miedo. No hay temas prohibidos ni emociones incorrectas. Todo lo que aparece tiene un lugar y un sentido que, juntos, intentaremos comprender. Lo importante es que te sientas en confianza para decir, a tu ritmo y a tu modo.